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Extractos / Leonardo Martínez

 

Ada y "El genio" son dos amigos que viven juntos. Ella es moza y niñera, él es bailarín y hace publicidades. Sus economías son frágiles, todo es frágil entre ellos menos su amistad. Ambos se necesitan para sostenerse y como exorcismo de sus dolores y sueños rotos, danzan.


Una obra muy disfrutable.
De una belleza absoluta, fresca, con actuaciones muy destacadas.
Pato es brillante, es todo un clown, Renata se desenvuelve y convence en todos sus cambios de ánimo.
El juego escenográfico con pocos recursos logra maravillas.


CÓMO PACTAR CON LA BELLEZA 

Extractos de y por Leonardo Martínez con la actuación de Luis Pazos y Renata Denevi. 

 

 

Todo el ambiente teatral uruguayo estaba a la espera del estreno del Fausto de Marlowe que, con la dirección de Ruben Szuchmacher, iba a abrir la temporada 2023 de la Comedia Nacional. El cóctel era prometedor: Fausto, una figura que desde fines de la Edad Media atravesó el imaginario universal con la historia de su pacto con Mefistófeles en el cual entregaba el alma a cambio de bienes variados. 

Todo ello mediado por la pluma isabelina de Marlowe y anunciado por el propio director argentino como una versión “pos romántica y rockera” de Fausto. 

La decepción fue enorme. Nos encontramos con una puesta que no pudo nunca decidirse por el tono. Toques de comedia rebotaban contra un texto que se mantenía altisonante y que dejó los esfuerzos de Leandro Núñez en una soledad absoluta. Desconcierto en la platea que no sabía si reír o comprometerse en algo más serio, un elenco desconcertado por la ambigüedad de la propuesta, luchando entre cuernitos de cotillón y angelitos aleteando reiterada y aburridamente, o el pasaje de los siete pecados capitales con una bolsa en la cabeza increíblemente anodinos. Así que quedó el público con su expectativa frustrada y un gusto a nada enorme. En algún momento, mirando la cartelera, los que la pasaron mejor fueron los que no habían visto obras de temporadas anteriores que se reestrenaban. La vuelta de Hanami, de Terrorismo emocional, de Lluvia constante, de Llamaste a Walter, de Onirika y de Ser humana fueron un paliativo para una cartelera que pasado el primer cuarto del año seguía sin darnos una alegría grande. 

CÓMO PACTAR CON LO PEQUEÑO 

Ya que no pudimos pactar con el Diablo fuimos a ver una obra escasamente difundida pero que tenía, a priori, algunas apuestas atractivas. En el Teatro Victoria, y con apenas 8 funciones, se estrenó Extractos. 

Leonardo Martínez Russo es un dramaturgo que aún no tiene la visibilidad que merece por su trabajo integral en el teatro. Nacido en Fray Bentos en 1980 Martínez egresó y trabajó en el Teatro Sin fogón bajo la batuta de Estela Golovchenko. Becado por el Ministerio de Educación y Cultura en 2005 realizó una metódica tarea de perfeccionamiento en su oficio al mismo tiempo que se estrenaba dirigiendo y adaptando nada menos que a Hamlet. Al mismo tiempo le daba a la gente de Carmelo su apoyo para dirigir y hacer crecer el grupo De cartón. Los que sabemos con qué dificultad se mueve el teatro descentrado de la capital reconocemos nombres esenciales en esa realidad como el de Leonel Dárdano, del grupo Eslabón de Canelones, fallecido en noviembre de 1991 cuyo legado enriqueció los escenarios. Los de Estela Golovchenko y Roberto Buschiazzo que dirigen con mano firme los destinos de los fraybentinos. 

En esa tradición se inserta Leonardo Martínez quien tiene un momento en especial que lo pone ante nuestros ojos. Es cuando Alberto “Coco” Rivero lo llama para realizar la asistencia de dirección de Galileo Galilei de Brecht en el Teatro Solís, con la Comedia Nacional. Es 2008. A esta experiencia de extremo aprendizaje se suma la residencia que realiza con Sergio Blanco en 2013, quien lo define como “un espía acústico” por su capacidad para atender las voces del teatro. En2016 un acontecimiento desdichado da vida a una de sus mejores creaciones. Coco Rivero le cuenta que tiene cáncer y que quiere ayudar a sanarlo con el teatro. La obra que surge de allí es Temporada amarilla, donde la enjundia y el talento de Martínez logran darle a esta “alteroficciónun tono conmovedor e inteligente, a kilómetros de los golpes bajos que uno temería encontrar en una obra con este tema. 

Viene también su experiencia con el grupo El Almacén teatro, auténticos outsiders en el medio, con una locación, un tipo de espectáculo, un patrón de actuaciones que tienen su público fiel, entre el cual me cuento. Con ellos hace la dramaturgia de Claudia, la mujer que se casa, Animales y Casi maestra. Y también dirige.  

La semana pasada la sala Verdi tenía en cartel Fea y el Victoria, Extractos. 

LO BREVE Y LO INTENSO 

La palabra extracto contiene ambos sentidos; concentrar en pequeñas cantidades algo más vasto y por ende, intensificarlo. 

El origen de la pieza se encuentra en un proyecto manejado en común por dos actores que fueron compañeros de la EMAD, y que soñaron poder resumir en una obra vivencias comunes cuya solidez estética les parecía relevante. Esto fue así durante casi 5 años hasta que, según cuenta Renata Denevi en una entrevista, se encontraron con Leonardo Martínez “En abril estrenamos una obra que viene desde hace casi 5 años de charlas en bares, con ideas que quedaron por ahí (…) Pato y yo con nuestras ventanitas para elegir el día, las goteras, las flores creciendo, los perros ladrando, una hoja cayendo, haikus, películas de Roy Anderson, pinturas y pianos i. Luego, cuenta la actriz, que conoció “A una de esas personas que no querés que se vaya más de tu vida, se refería a Leonardo Martínez quien, “Nos abrió el pecho para mirar para adentro, nos mostró algo de magia, y nos enseñó a confiar en las coincidencias”ii 

¿DE QUÉ SON ESTOS EXTRACTOS? 

La obra muestra en algo más de 60 minutos momentos de la vida de dos amigos que conviven compartiendo sus sueños, sus adicciones, sus carencias y sus virtudes vinculados estrictamente por el amor que se mantiene intacto en los vaivenes de esa amistad. Las escenas en que se divide el texto son textualmente 37, aunque, el espectador percibe más porque algunas se repiten en diferentes tonos, y otras, son apenas indicaciones didascálicas.  

De esa división textual da cuenta la escenografía, que muestra dispersos en el amplio espacio del teatro Victoria un farol, un piano, una mesa de bar con una silla, una escalera perchero de la cual penden ropas, juguetes y objetos que tomaran vida a lo largo de la representación. 

Cuando el espectador está entrando a la sala, camina junto a una hilera de macetas con plantas que tendrán su momento de ingreso hasta el corazón de la sala. Esos espacios habituales y cotidianos son un bar (o más de uno), una calle (o más de una), un estudio de grabación, una casa, un lugar donde vive un niño llamado Teo, una tumba, una heladería, y la presencia de la noche, las estrellas, y un vecino que se muda y toca el piano hasta sincronizarse con la muchacha.  

Los amigos que comparten casa se llaman: Ada y El Genio, lo cual, los aparta de una naturaleza real, para situarnos en un territorio feérico donde se perciben como protagonistas de historias que quizá terminen bien.  

El vínculo es narrado de manera fragmentaria y fugaz, una serie de escenas breves y aparentemente inconexas van dándonos la historia que los ha vinculado. Casi al final vemos el cruce callejero que los conectó, y vamos aprendiendo que es lo que cada uno de ellos hace, sueña o padece. Ada cuida niños de día y trabaja de moza de noche, no llega a fin de mes, está fascinada por las películas de tiros y bombas, y tiene un padre al que ama, pero frente al cual teme no dar la talla. No se atreve a concebir proyectos trascendentes porque desconfía de su fragilidad y es adicta al alcohol y circunstancialmente a las drogas.  

El Genio es un enamorado de la danza, que sueña poder vivir de ella, y que entre tanto hace casting de publicidad, trabaja en la calle, audiciona para danzas modernas, ama el cine europeo, toca la guitarra, canta y tiene una madre a la que ama y un padre al cual sueña con agredir. Pero fracasa en sus audiciones, consigue trabajos ridículos, repartiendo volantes en la calle, y es adicto al juego. Es común que no lleguen a fin de mes o que les corten la luz, pero lo que realmente importa es que la madre de El Genio muere y será Ada la que elabore el duelo con él. En otros casos será El Genio el que lleve a Ada a las clínicas de rehabilitación, o la ayude a sostener la abstinencia. Esto así expresado, puede parecer solemne. La obra no lo es. Esto es mérito de dos actores cuyos físicos se complementan notablemente, y que consiguen elaborar cuadros plásticos particularmente hermosos ensayando danzas o vuelos, que es lo que tienen en común además de tomar helados. 

Tienen acuerdos básicos que hacen posible la convivencia y que son expresados generalmente con la expresión “desde cuándo”. Allí vemos la propiedad o no de realizar juramentos, de cantar con guitarra, de hacer lo que les conviene. La pregunta es como un chequeo a los mecanismos que les permiten funcionar para saber que todo está bien. 

EL HUMOR COMO ANTÍDOTO. 

Cualquier momento de la pieza toma una particular levedad por la falta de énfasis que tienen los parlamentos y por la atmósfera grácil que subyace a las situaciones. De hecho, aún las peleas o los desencuentros más enconados, se resuelven mediante una broma: “Jurame que nunca me vas a tener lástima(…) juramelo por esa estrella que se llama “la moza mayor””iii.  

La escena de la parodia del himno norteamericano en la versión de Lady Gaga resulta tan efectiva como descompresora.  Otro tanto sucede con el baile tropical o la serenata final. 

EXTRACTOS DE OTRAS VOCES 

Pero más allá de los guiños con lo real que la obra maneja, de la evidente comunión de los actores, la obra tiene un secreto que le permite funcionar tan fluidamente. Para los que ya hemos visto creaciones de Leonardo Martínez, es notorio que el dramaturgo logra impregnar sus creaciones con otras voces que devienen de una VOZ mayor: son extractos de esa voz, como decía Bécquer “Estas páginas son de ese himno/cadencias que el aire dilata en las sombras”iv. 

El oído del espectador tiene que estar sumamente atento. Hay ecos que son visibles y explicitados, como la relación de los personajes con “Alicia en el país de las Maravillas” de Lewis Carroll. De hecho, la escena en la cual se conocen es una versión de Alicia y el conejo cruzándose con el reloj en la mano y el miedo de llegar tarde. Pero además una de las maneras de recaudar fondos es la representación de escenas de la novela en las que ella es Alicia (aunque es muy alta para ello) y él el Sombrerero loco, que tiene “cara de nabo”.  

Mientras esperan que la gente les dé dinero por su actuación, El Genio desliza: “La monedita del alma se gasta si no se da” y reconocemos parte de los “Consejos” de Antonio Machado. “Moneda que esta en la mano, quizá se deba guardar”. 

Pero por detrás de lo obvio, podemos escuchar susurros ligeramente diferentes en su registro morfológico. Por ejemplo, en la escena en que ella posa desnuda, se escucha un texto La voz del ave/que la penumbra esconde/ha enmudecido/anda por tu jardín/algo, lo sé, te falta”. Esto es uno de los haikus de Jorge Luis Borges, que se suma a los que ellos producen a lo largo de sus parlamentos Es trago, sal, limón/por esos meses”. Por razones de economía, no enumero la multiplicidad del recurso.  

Las grandes amistades sobrellevan pruebas. En este caso la separación. El Genio es convocado a “yankilandiay se marcha ilusionado solo para comprobar que ha sido todo un error y decidir que no va a volver inmediatamente, que irá hacia California y más concretamente, a la tierra de “Californication, cuya letra dice en un momento “Sé mi hada madrina para el mundo, sé mi propia constelación.” 

La distancia propicia un monólogo de cada uno de los protagonistas. En el de El Genio se dice: “La noche me tragó, fue mi cómplice, nadie nos enseña esa complicidad pero el cuerpo la sabe. La noche es de una delicadeza grande y oscura. La voz de Clarice Lispector desde “La manzana en la oscuridad” poetiza la soledad y la distancia. 

La separación es desastrosa para los dos. Ada pasa de la promiscuidad a la parálisis, y mueve muebles sin sentido. El Genio deja la cosecha de marihuana porque no puede disfrutar de lo que no comparte con su amiga. Cuando la muchacha está más desanimada, él le dice “Cuando decís “no creo en las hadas” muere un hada” citando de esa manera a James Barrie quien en “Peter Pan” dice: “Los niños de hoy en día saben tantas cosas que dejan pronto de creer en las hadas. Y cada vez que un niño dice “No creo en las hadas” algún hada cae muerta”. Con eso intenta impedir la renuncia a la ilusión de su compañera. 

La recaída de Ada en el alcohol hace que ella diga: “No me veo saliendo del pozo”. Él responde: “Usa tu imaginación”. Ella dice: “No me sale” y él pone las palabras del plástico y escritor William Blake: “La imaginación no es un estado, es todo lo que existe”.  

Cuando la madre de El Genio muere se producen dos situaciones significativas: una de carácter mitológico en el cual se intenta la catábasis para encontrar a la muerte. Para ello y en sintonía con toda la mitología griega sobre el acceso al Hades, aparece Caronte con su óbolo y Cerbero con sus tres cabezas que deben ser alimentadas para que conceda paso.  

Por otro lado, la herencia que recibe El Genio consta de plantas, paraguas y una máquina de coser. No hay manera de no sentir la alusión a la definición de surrealismo del Conde de Lautremont, quien en sus “Cantos de Maldoror” habla de ese encuentro fortuito sobre una mesa de disección de un paraguas y una máquina de coser para hacer posible la imagen surrealista. El mismo clima surrealista que ellos instalan a través de sus nombres y sus fantasías. 

PONER EL CUERPO 

Los símbolos del rescate son visibles: la escalera que significa ascensión, y el renacer de las plantas que se habían secado durante la separación. Pero en este plano connotativo también juegan su papel las canciones elegidas por los personajes, que junto al piano de Angelo Priore generan un ambiente matizado por las luces de Rodrigo Novoa y el vestuario de Johanna Silveira. Pero además, cada uno de los actores sumó su música al espectáculo. Mientras Priore juega con Bach, El Genio canta “Suerte y amor” del Príncipe Gustavo Pena y Ada prueba con la versión de Cartola de “Peito Vazio” de Ney Matogrosso. Así se vinculan los fragmentos de historia que toman unidad frente al espectador por el cuidado estético y por el trabajo corporal de estos dos actores. Tanto Renata Denevi como Luis Pazos tienen un bailarín inserto en su memoria de actores. Pocas veces se ve la entrega física de la que hacen gala en la obra. La búsqueda del norte de Pazos es un ejercicio de acrobacia física de un actor que maneja cada músculo de su cuerpo. La fragilidad de Denevi la hace tomar una consistencia casi intangible en sus desplazamientos.  

Con poca prensa, en una sala no dotada de bellezas técnicas, con modestia de recursos, se construye un espectáculo que apuesta a la fineza del espectador a la hora de leer, de escuchar, de aplaudir. Momentáneamente no está en cartel, pero Martínez ha prometido un regreso que muchos espectadores esperan.  

María Esther Burgueño. 

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